viernes, 13 de noviembre de 2009


EL MAGOSTO: FIESTA BERCIANA



ORÍGENES:

Existen dos explicaciones, como más convincentes, sobre la raíz y derivación del vocablo “magosto”: una sería la interpretación de que procedería del latín “magus ustus”, es decir, gran fogata u hoguera y la otra defiende la teoría de que magosto proviene de “magno”, en su acepción de grandeza, como algo esotérico relativo a “magus” o hechicero.

La celebración, indudablemente, es de génesis pagana siendo después adoptada por la religión cristiana. De esta manera, surgió como una efeméride de carácter agrario, situándose sus inicios en la Prehistoria, una vez que el ser humano va adquiriendo paulatinamente una conciencia individual, al mismo tiempo que de integración grupal.

Es, por consiguiente, una fiesta ligada al culto a la fecundidad; de ahí su vinculación directa con el fuego o lumbre que alude al sol, vivificador y fecundador de la tierra.

Se trataría, asimismo, de una comida o ágape comunitario y ritual que busca reforzar los lazos en la comunidad dentro del marco del mundo rural berciano. Por tanto, tiene unos rasgos alegres y vitalistas y es una muestra de reconocimiento y acción de gracias por los frutos cosechados y recogidos, así como un homenaje implícito a los totémicos castaños y a su producto, la castaña.

Con posterioridad y, por influencia religiosa, fue asociada a los santos y fieles difuntos, trasladándose y fijándose como fecha de celebración el día 1 de noviembre, sin perder su primigenia concepción de conmemoración de la muerte en el recorrido solar anual.

Más tarde, en las tierras orensanas del entorno capitalino, se decidió utilizar la fecha del día 11 de noviembre, según el Santoral dedicado a San Martiño de Tours, santo patrón de la ciudad de las Burgas. De Orense se extendió dicho cambio a varios lugares de Galicia e, incluso, del Bierzo. De este modo fue dotada la festividad de nuevos matices sin que perdiera un ápice de su originalidad, personalidad y espontaneidad en el ánimo del pueblo y en la raigambre del conjunto de tradiciones.

En la averiguación de las pautas etnográficas antiguas, resulta que la castaña era un símbolo, en cierta forma, del alma de los difuntos. Históricamente otoño, castaño y difuntos se encuentran interrelacionados en la celebración del magosto.

Se piensa y entiende que la castaña que se consume es como un alma liberada del purgatorio, lugar transitorio del más allá. Por ello, concluido el magosto, era deber y obligación dejar algunas de las castañas asadas esparcidas por el suelo con la finalidad de que acudieran los espíritus de los fallecidos para calentarse y participar del evento. Eran, pues, las castañas destinadas a “la parroquia de los muertos”.

El escritor del “Resurgimiento” gallego, Murguía, asociaba la fiesta del magosto con un acontecimiento funerario, en el que castaña y vino nuevo protagonizarían los papeles de muerte y vida, respectivamente. Hoy, producto de la modernidad, los magostos se sirven de las antiguas eras de las casas, de las bodegas, de las barbacoas y chimeneas de las cocinas para su mejor disfrute. Sin embargo, la esencia y espíritu festivo se conserva y así, si se da un día soleado, el emplazamiento en un sitio de un descampado es lo ideal para gozar de una tarde al lado de la lumbre y con los aromas del campo, trufados de humedad.

TRADICIÓN MAGOSTERA:

Para nuestros ancestros, y en parte ahora, el magosto era una merienda-cena por su duración. Se realizaba y disponía en la primera quincena de noviembre, en los días inmediatos al Día de Difuntos o al de San Martín.

Una vez acabada la comida, a partir de las tres de la tarde, se iniciaban los preparativos y se repartían las labores entre un grupo numeroso de amigos. Encaminándose todos con destino al monte, se juntaban con otros conocidos o amigos y con integrantes de otras familias, siendo lo primero establecerse en un lugar idóneo o adaptado convenientemente (un amplio descampado, un cruce de sendas o caminos, una larga laja o roca plana,…), con objeto de que el fuego no se saliera de unos límites.

Se enciende la lumbre, que al principio levanta mucho humo. Al poco rato la llamarada aumentará de volumen y altura y todos se aproximan como hechizados o encantados, cual embrujo.

Se efectúa un corte en cada castaña para que no exploten en la lumbre y no salten como pequeñas bombas. Cuando todos los rescoldos casi se extinguen por sí solos, se apilan las brasas, se coloca una parrilla o rejilla y en ella se encaja una lata con agujeros y se rellena de castañas hasta menos de la mitad. Es preciso darle vuelta al tambor o lata con un palo o mango a fin de que se asen sin “torrarse”. Aguardaremos a que estén en su “justo punto”.

Mientras que están asándose tranquilamente las castañas, los demás se emplean en preparar y adecuar el sitio mejor donde comerlas, haciendo cucuruchos para realizar el reparto y poder llevarlas. La reunión no sería tal si no se complementara a base de juegos populares, danzas y bailes, bromas, relatos de cuentos e historias, cantares,…

Y de todo y para todos y aquí cabe mucho: los niños y “chavalada” asistente aprovechan el final para llevar a cabo todo tipo de travesuras: se persiguen unos a otros para tiznarse y pintarse con la ceniza, acto o rito que algunos entienden como “de buena suerte”.

Otra variante del magosto es el organizado por la juventud en ciertos pueblos. Como una especie de ceremonia, a la velada del magosto no le faltará de nada. Los mozos aportan el vino de prueba y nuevo- el primero de la cosecha cercana- y, mientras tanto, las mozas recogen los frutos del castaño.

Y, ya todos juntos, se dedican a acarrear el heno seco y hojarasca, las agujas de pino, tojo y laurel y, sobre este montón a encender, se ponen las castañas bien esparcidas. A las castañas, previamente, se les ha practicado una pequeña hendidura con una navaja. Como colofón, se recubre todo con una nueva capa de hierbas y hojas secas. A continuación, se prende el fuego empezando por la capa inferior y el tamaño y fuerza de las llamas nos indicarán que, en cuanto sólo queden las pequeñas brasas, hay que retirar las castañas asadas y listas para comer. Con el vino (en ciertas zonas endulzado con miel), chorizos y pan se conforma un menú exquisito y, en la tertulia de sobremesa, es costumbre organizar juegos, contar chistes, inventar cuentos de ánimas, de monstruos y de terror y cumplir con las típicas “faenas”, escondiéndose cosas o guardando la ropa de los otros.




FIESTAS SIMILARES O HERMANAS:

Se da una coincidencia en varios aspectos comunes con otras celebraciones de la geografía peninsular, que serían equivalentes a nuestro magosto. Como se puede suponer, en buena parte del Norte de España se cultivaron castaños, en mayor o menor medida, de forma semisalvaje.

El magüestu (denominado también amagüestu, magostu o amagostu) es la fiesta homóloga asturiana, muy semejante, al magosto. Su principal nota diferencial está en la bebida para acompañar las castañas, que es la sidra dulce.

En la vigilia de Todos los Santos se celebra lo que se llama “Magüestu de Difuntos”, en el que se convoca a todas las familias del lugar para que asen las castañas en una hoguera común, que es rodeada por los comensales. Como cierre o fin festivo, se lanzan y desechan las castañas sobrantes bajo una cantinela o estribillo que dice: “¡Estu, ye pa que xinten los difuntos!”

En tierras cántabras el asado de castañas recibe, asimismo, el nombre de Magosto. Esta fiesta tiene una antigüedad que casi se pierde en la noche de los tiempos, siendo particularmente seguida con intensidad en muchos pueblos de la Región. Destaca, sobremanera, el acompañamiento de la música de folclore popular, con sones e interpretación especial por causa “del pitu y del tambor”, imprescindibles en tantas canciones típicas montañesas.

En Sanabria, comarca en tierras zamoranas, constituye una de las celebraciones más populares y apreciadas. Por este motivo se suelen congregar los sanabreses, ya un poco avanzada la temporada otoñal, para efectuar la recolección de la castaña que desemboca en la cita tradicional de las familias el día de Todos los Santos, durante la cual se degusta el fruto asado con miel, o bien cocido con leche. Lógicamente, estas fiestas acostumbran a llevar aparejados momentos de alegría, al toque de las piezas de siempre (jotas, corridos y agarrados) según el ritmo y armonía de la “gaita de fole”, instrumento exclusivo de esta zona, del tambor y del pandero.

“Gaiztanerre” o gaztañarra es como se conoce a esta celebración en el País Vasco. Difiere del resto de fiestas mencionadas en que las castañas asadas se cenan con el buen acompañamiento de caracoles o morokil (pasta o masa confeccionada a base de harina de maíz). Por otra parte, en tiempos pretéritos, las castañas, o mejor, los erizos eran almacenados en puntos situados al aire libre, que recibían el nombre de “ericeros”, en las proximidades de los castaños, para poder ir sirviéndose de ellos según las necesidades reales.

La variante, en Catalunya, de esta fiesta tradicional se denomina “la castañada”. Su peculiariedad estriba en que se degustan castañas asadas y, no sólo eso, sino que se sirven también productos del país para endulzar el paladar: “panellets”, boniatos y fruta confitada o compota. La bebida típica y singular de la castañada es el moscatel.

Una justificación al hecho de tomar e ingerir esta clase de alimentos tan sumamente energéticos viene de una leyenda de alguna población: durante toda la noche de Todos los Santos, víspera del día de los difuntos, era habitual tocar a muertos ininterrumpidamente hasta el amanecer. Para ello los amigos y parientes surtían debidamente a los osados campaneros de alimentos para que superaran su dura tarea y todos, en compañía, daban cuenta de estos alimentos vigorizadores para no desfallecer ni abandonar el empeño.

En tierras extremeñas, se refiere el término “chaquetía o chiquitía” a la merienda que los días 1 ó 2 de noviembre se realizaba como una salida al campo y en ella se consumían frutos secos y otros manjares: higos pasos, nueces, bellotas, granadas, castañas y preparados artesanos, como el dulce de membrillo. Asimismo, siempre estaban presentes diversas tortas típicas, bollas y panes especiales para la ocasión. Son una buena cantidad de pueblos los que conservan el hábito de que los muchachos salgan en pandilla, pidiendo productos por todas las casas.

El magusto es como se llama la celebración en honor a la castaña en el vecino Portugal. En esta fiesta la gente se presta a hacer bromas, se manchan y embadurnan con la ceniza residual y cantan canciones y coplas. Se lleva a cabo en tres momentos diferentes: el día de San Simón, el de Todos los Santos o en el día de Santo Martiño. En la Aldea Viçosa, “el Magusto da Velha” es una especificidad local. Leite de Vasconcellos considera al magusto como un vestigio o recuerdo de un antiguo sacrificio para honrar a los muertos. En Barqueiros se refiere una tradición legendaria que manda acondicionar, en la medianoche, una mesa con castañas con el objeto de que todos los muertos de la misma familia se reunieran para comer; a la mañana siguiente, nadie se atrevía a tocarlas pues estaban “babadas de los difuntos”.





EL MAGOSTO EN EL BIERZO:

Esta ya consolidada fiesta castañera se debe programar con antelación, realizarse en una tarde soleada y, con anterioridad, los grupos y personas han de estipular y acordar lo que se compromete a traer cada uno. Es indispensable, como mínimo, la abundancia de castañas y del vino nuevo, hace pocas semanas fermentado. Es ya como obligado completar lo mencionado con otra serie de aportaciones: chorizos, churrasco,…

Como todo rito o liturgia profana, el magosto tiene fijada su hora, entorno a las 5 de la tarde, y sus días habilitados: los más cercanos al día de difuntos o al de San Martín (siempre en el mes de noviembre).

El aire y perfume de las noches de los días 1 y 11 de noviembre impregnaron desde antiguo el Bierzo de aroma perfumado, de esencia de castañas asadas. El magosto era el momento ideal para, después de pasado el equinoccio, se dieran por definitivamente acabadas las cosechas cíclicas y, en esta última década, ha tenido un progreso continuado en cantidad y calidad y reconocimiento social.

Proclamada, por tanto, la castaña como “reina de un solo día” y mientras se cocina emitiendo su olor característico e inconfundible, todos los familiares y amigos se convidan y se animan en las horas nocturnas con el influjo que predispone al buen ambiente, procedente de las brasas o tizones del lumbre de suelo (“lareira”) o de la luminosidad acaparadora de las llamas en la soledad del cielo raso.

Los niños no olvidarán su divertido quehacer: cogerán un puñado de ceniza y se ennegrecerán sus rostros, de lo que de ninguna manera han de escapar o librarse los adultos. Entre carreras, gritos, chillidos, pelar castañas, cortar rodajas de chorizo, charlas, “barullo” y pequeños tragos irá transcurriendo una noche encalmada y serena tan especial que, nuevamente al calor de la hoguera, intentará hermanar y acercar a los vecinos por medio de la fuerte ligazón de la tradición. Lo cual se resume acertadamente en este refrán: “Por San Martiño se hace el magosto con castañas asadas y vino o mosto”.

Con el afán de no ser demasiado prolijo, se enumeran seguidamente una serie de lugares que aparecen como ejemplos de cómo el magosto está resurgiendo, cada vez con más fuerza. Al no poder citar los más de cien pueblos que han previsto ya su magosto, simplemente se enunciarán algunos, al azar.

La localidad de Labaniego, en el municipio de Bembibre, ya tuvo su magosto el pasado día 7. Con la excusa de esta reunión se programaron un conjunto de actividades, entre las que destacó la proyección del documental “Paisajes interiores”, que nos muestra la historia de la minería del Bierzo y Laciana a través del testimonio de tres mineros de tres generaciones sucesivas y de la misma familia.

La Pedanía de Valdefrancos, en Ponferrada, aprovechó la ocasión de su magosto para reivindicar y demandar de Diputación unos mejores accesos en toda la Cuenca del Oza, desde San Esteban de Valdueza hasta Peñalba de Santiago.

El sábado 7 de noviembre también fue elegido como el apropiado para montar magostos populares en cinco enclaves tradicionales y de trayectoria importante:

- La cita bercianista (PB) de Montes de Valdueza se enriqueció en cierta forma pues, aparte de la oportunidad para gozar de la gastronomía de la zona, se planeó un recorrido o ruta por el pueblo, con tarde de puertas abiertas para los visitantes al Monasterio con el majestuoso paisaje del Valle del Oza como marco o escenario incomparable.

- En esta misma fecha, el Ayuntamiento de Villadecanes-Toral de los Vados organizó su tradicional y singular magosto.

- El Ayuntamiento de Camponaraya también invitó a su concurrido magosto con un buen menú (bollo preñao, patatas asadas, vino y ferbudo), en el Recinto Ferial, al módico precio de 2€.

- El Ayuntamiento de Fabero comunicó, asimismo, que invitaba a todos los habitantes de su municipio, al igual que a todos aquéllos que quisieran acudir a disfrutar de una agradable y amena tarde otoñal. Gratuitamente, se ofrecía empanada, castañas asadas y otras delicias para probar.

- En Balboa, el “no va más”: tres días seguidos para la Fiesta del Magosto Celta, con castañas asadas en el genuino chambombo, además de “los patacos”. Actuaciones musicales de grupos celtas y folclóricos para divertir a las personas que decidieron asistir. Y no se queda ahí lo anunciado, puesto que se hizo una demostración de Filandón no Souto, en el que intervinieron los jóvenes del Valle contando historias, leyendas y relatos entre los castaños, partiendo desde el pueblo hasta llegar al soto.

Mención única y aparte se merecen dos magostos de la Cuenca del Sil (Santa Marina y Páramo). El primero tiene la declaración concedida de Fiesta de Interés Turístico Regional y el segundo se ha hecho coincidir con el Mercado Medieval Tradicional, digno de visitar, cumpliendo este año su II Edición.

Como servicio ciudadano, por si alguien se vio imposibilitado de disfrutar del magosto berciano, cabe poner en conocimiento de todos que el sábado día 14, en Bárcena del Bierzo, se organiza el Magosto-bis del Partido del Bierzo, como homenaje a los pueblos que inundó el Pantano hace ahora medio siglo.

Y, para cualquier rezagado, aún le quedaría otra oportunidad: el magosto deportivo de las Peñas de la S. D. Ponferradina, en los aledaños del Estadio.

Y el que subscribe va a deleitarse, con su aquiescencia, con unas castañas en leche “migadas” y, para mañana, vamos a ver si se puede aderezar un buen plato con castañas cocidas, inexorablemente con sus condimentos y aditamentos (lacón cocido, “cachola” y chorizos). Como lo haría mi abuelo, ni más ni menos.

MARCELINO B. TABOADA

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