sábado, 6 de febrero de 2010

BERMUDO II (O VERMUDO II): EL REY BERCIANO.

SINOPSIS:
Bermudo II (o Vermudo II), de sobrenombre “el Gotoso”, gracias a la inquina que le producía al Obispo Pelayo de Oviedo, nació entre el 948-953 y falleció en el 999. Fue aclamado como rey de Galicia desde el año 982 y, posteriormente, también de León en el 984. Era hijo bastardo (se supone) de Ordoño III (951-956) y de Urraca Fernández. Se rebeló en armas en contra del usurpador rey leonés Ramiro III (966-984).

Se ignora el lugar exacto de su nacimiento, aunque todo indica que pudo nacer en las cercanías de Carracedelo, en El Bierzo, y transcurrir aquí plácidamente gran parte de su juventud. Por esta circunstancia, se le ha denominado “el rey berciano”. Quedó huérfano de padre (Ordoño III), cuando sólo contaba con unos ocho años, en el año 956.
Le fue arrebatada la Corona de León, a la cual era acreedor con mejor derecho, por sus parientes más allegados. Ello provocó su huida y búsqueda de protección en Galicia, resultando que fue apoyado por los condes gallegos y algunos nobles portugueses. Éstos decidieron sublevarse contra el impostor Ramiro III, bajo la excusa de que los había vilipendiado y ofendido, tanto de palabra como de obra, conforme a las Crónicas del Notario Sampiro, dejando el paso al trono libre para Bermudo II. En concreto, fue coronado con una gran ceremonia en la catedral de Santiago de Compostela el 15 de octubre del 982.
Consecuentemente, se desencadenó una guerra civil. Las huestes gallegas de Bermudo y las leonesas de Ramiro entablan un encarnizado combate en Portela de Arenas, cerca de Monterroso (Lugo). Nadie consigue una neta ventaja, hasta que el 26 de junio del 985 muere Ramiro, que ya había escapado de la capital leonesa y, por tanto, Bermudo II entra y se instala en León.

SU REINADO:
Tras su proclamación no tuvo otra opción que someterse a la protección del Califato de Córdoba, ya que la inestabilidad provocada por las reclamaciones de Condes castellanos y las disputas y conatos de levantamiento internos eran superiores a las fuerzas que le asistían. La repercusión fue negativa, en tanto que la ayuda de los ejércitos del Caudillo amirí Almanzor se convirtió en una amenaza cierta, procediendo a expulsarlos de forma violenta en el 987.
Fue entonces cuando Almanzor interpretó la expulsión como una intolerable afrenta, montando en cólera y arrasando Coímbra. Para completar su “ratzia” sitió León y la saqueó, mientras Bermudo II se cobijaba en Zamora. Prosiguiendo con su venganza, Almanzor destruyó las ciudades de Zamora y Lugo, segundo punto de refugio de Bermudo. Y, no satisfecho con tanta destrucción, Almanzor aún conquistó a la fuerza las ciudades de Gormaz y Coruña del Conde (la antigua Clunia) en el 994, la de Astorga (996) y se apoderó de un buen botín en Castro Bergidum (El Bierzo) y, sobre todo, en Santiago de Compostela, en el 997.

MATRIMONIO Y DESCENDENCIA:
Bermudo fue cronológicamente el vigesimosegundo rey cristiano desde D.Pelayo y, asimismo, el décimo rey leonés, precedido por Ordoño III (951-956), Sancho (956-966), Ordoño IV (958-959) y Ramiro III (966-985).
Contrajo primeras nupcias con Velasquita, hija de Ramiro III, la que le dio dos bástagos: una hija, Cristina, y un hijo, Ordoño.
Una vez fallecida su primera esposa, se casó nuevamente con Elvira, hija del Conde castellano García González, que le dio tres descendientes: Alfonso V, Teresa y Sancha. A ello hay que añadir otros dos hijos ilegítimos.
Los dos postreros años de su vida los empleó en la reconstrucción de ciudades, templos y fortalezas, destrozadas por Almanzor, debido al período de “cierto respiro” que le concedió el temible general musulmán.

SU MUERTE:
Falleció en un enclave berciano, llamado Villabuena, y ahí fue enterrado. Fue, en unos primeros momentos, trasladado al monasterio de Sta. Mª de Carracedo. Años más tarde, su hijo Alfonso V (que le sucedería) ordenó que los restos de Bermudo y de su segunda mujer, Elvira de Castilla, fueran llevados y depositados en el Panteón de los Reyes Ilustres de la Basílica de San Isidoro.

VERSIONES CONTRAPUESTAS:
Su enemigo declarado, Pelayo de Oviedo, nos retrata al Rey berciano como indiscreto y tirano, imputándole hasta crímenes que no cometió. Este testimonio, sin embargo, goza de escasa credibilidad entre los expertos.
Se acerca más a la realidad la imagen que nos legó el Silense, de reconocida autoridad moral, que lo define como “príncipe juicioso y prudente”, “clemente a la par que justo”, “amante de la virtud y aborrecedor de la maldad”. Por otra
parte, se le alaba por confirmar y mantener las leyes de Wamba y mostrar su excelente predisposición en defensa de los antiguos cánones de la Iglesia gótica.

O PEREIRO

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