martes, 16 de febrero de 2010

EN BLANCO Y NEGRO

El título del encabezamiento no es ocioso pues, en muchas cuestiones, parece que retrocedemos a la época de “las cavernas” o, más bien, de la dictablanda de un General que no dejó a nadie indiferente.
Esto “viene al hilo” (en lenguaje postmoderno) de los Premios que la Casa de León va a entregar en Madrid a tres personajes bercianos, de distinta trayectoria y oficio.
Se va a contraponer, a continuación, una breve semblanza de los dos más opuestos por muchas razones:
JUAN C. MESTRE:
Villafranquino, nacido en 1.957. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Barcelona. Con su tercer texto de poemas “Antífona en el valle del Bierzo” obtuvo el Premio Adonais, en 1.982.
Pasó unos años en Méjico, retornando a España, donde se le concedió el Premio “Jaime Gil de Biedma” en 1.992. Asimismo logró el Premio “Jaén de poesía” por su obra “La tumba de Keats”, en 1.999, editada durante su estancia en Italia.
Como grabador, se le ha otorgado la Mención de Honor del Premio de Grabado de la Calcografía Nacional (1.999) y también en la VII Bienal Internacional de Grabado en Orense (2.002).
Fue ganador del Botillo de Oro, por la magnífica labor de difusión de su tierra natal: El Bierzo.
Finalmente, se le designó acreedor al Premio Nacional de Poesía (2009) por la colección de poemas “La casa roja”.

En el otro platillo de la balanza, por otras connotaciones dispares, está el empresario minero VICTORINO ALONSO:
Un gran empresario si, como tal, se entiende un hombre de negocios cuyo fin primordial es lucrarse.
Este patrono ha destrozado recientemente, por puro capricho, uno de los mayores yacimientos descubiertos del neolítico, en la provincia de Huesca.
Y es que, en realidad, Victorino Alonso ha venido arrasando múltiples enclaves protegidos en la zona norte de España. Se le ha acusado de haber vendido carbón adulterado con escombros, de fraude a la Hacienda Pública y de haber perpetrado todo tipo de tropelías contra sus empleados. Todo ello ha quedado impune, ante la inacción de la justicia (o quizá, la “vista gorda”).
Hasta incluso se le ha denunciado por utilizar su servicio de seguridad privada para atemorizar a particulares.

El que subscribe esta breve nota acusa al Estado por el alto grado de corrupción que se detecta en todas sus esferas, por permitir que ciudadanos acaudalados se mofen de la ley y de que huelan las cloacas de los poderes ejecutivos de manera tan pestilente.
Por otra parte, hace falta designar a Victorino Alonso como enemigo del medio natural, a Riesco por no poner condiciones para acudir a agasajar a una persona de reputación “puesta en entredicho” tantas veces y a Zapatero por estar cambiando radicalmente el buen nombre de España por algo que se identificará irremediablemente con una “república bananera”, a pesar de ser Monarquía.

O PEREIRO

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